A veces pienso, pues me arriesgo y quizá hasta empiece una buena conversación, ¿que no es así como se construyen las amistades? Pues no, contigo no funcionan así las cosas, eso es el mundo de las personas normales, equilibradas emocionalmente y tu no eres de esas, con todo y las grandes virtudes que tienes, careces de lo mismo que yo, de una infancia normal y por ello, de una vida emocional sana. Por eso contigo las cosas no son normales, contigo cada vez que pongo la primera piedra, tu colocas la segunda, yo la tercera y a veces en la cuarta o quizá hasta quinta, terminas por recordar que no te gusta lo que estas construyendo, que qué miedo que resulte algo bueno, que mejor lo tiras todo de nuevo. Yo veo todo ese tiradero y pienso: ni modo, habrá que comprenderlo!
Después pienso que está bien, que tienes el derecho, que tendré paciencia, que la paciencia todo lo alcanza y que a final de cuentas soy cristiana y debo amar al prójimo, al amigo y al enemigo, que esa patraña de la dignidad personal no es solo más que orgullo disfrazado y que el orgullo es pecado, que puedo perdonarte una y otra vez, lo que sea, lo que hagas, que con una palmada de amigos en la espalda me siento capaz de comenzar todo de nuevo, que no puedo odiarte, que a final de cuentas tengo algo tuyo que me acompaña todos los días y que es lo que más amo en esta vida, entonces pienso que vale la pena construir de nuevo, entonces me atrevo y ahí está una primera piedra más y el resto es más de la misma historia.
Pero esta vez ... creo que no puedo, ahora no quiero arriesgarme, comienzo a creer que la dignidad tal cual existe (aunque sea cristiana), que no quiero la paciencia para eso, porque ¿Sabes qué? He empezado a convertirme en una persona equilibrada emocionalmente, madura, sana, en una persona normal! Y las personas equilibradas no se llevan muy bien con aquellas que no quieren soltar sus traumas de la infancia, así que comprendo perfecto porque no puedes pasar de la quinta piedra y tu entiende perfecto porqué ya no quiero poner la primera.